Algo más sobre el corvo


Santiago “El Corvo” Beltrán

Santiago de Chile, Región Metropolitana, callejuelas viejas, sucias, oscuras e históricas… otras, modernas e iluminadas. El contexto es difuso y ambiguo; vacilando entre la delincuencia común y el crimen organizado.

Dentro de esta depresión geográfica y el calor sofocante, acentuado por el smog, es donde se desarrolla esta historia, protagonizada por un hombre llamado (paradigmáticamente) Santiago, más conocido como “El Corvo” Beltrán. Beltrán es un tipo duro, inteligente, amoral, frío y a la vez sumamente sarcástico, el cual ha trabajado durante casi toda su vida como sicario a la orden del mejor postor.

Beltrán no respeta, no duda y no se arrepiente. Sabe que la línea que separa el bien del mal es subjetiva. La verdad, es que no planea cambiar la historia, ni ser un héroe ni mucho menos. Beltrán es un sobreviviente, un mercenario respetado del bajo mundo, y con demasiados años en el negocio (y en el cuerpo) como para que alguien pueda hacerlo cambiar de parecer.

El Corvo

El apodo de “Corvo”, lo ganó a pulso. Todo aquel que conozca acerca la milicia chilena y el arma cuerpo a cuerpo más letal de todas, sabrá a que nos referimos.



El Corvo es un arma blanca tradicional usada en Chile, el cual aparece recurrentemente en la literatura y episodios de la independencia chilena. Usada en faenas violentas, principalmente por rotos o huasos asesinos, finalmente se implementa en las filas militares, luego de corroborar qué tan letal podía ser.

Este cuchillo curvado (su forma característica) es el arma favorita de Santiago Beltrán, únicamente utilizado en casos extremos de batalla cuerpo a cuerpo… y en algunos que podrían llegar a tocar temas más, digamos, personales.

El corvo es un arma poco convencional y para su correcto (y efectivo) uso se debe estar familiarizado con él, con su peso, sus partes, tacto y balance. El corvo no requiere una gran fuerza, destreza, flexibilidad o agilidad para ser usado con efectividad. Lo verdaderamente importante es la solidez de la muñeca, juzgar bien la medida y saber aprovechar la oportunidad. El corvo se toma como un martillo, con la punta mirando directamente a los pies del enemigo y manteniendo la mano a la altura de la cadera. La mano desarmada se mantiene cercana al cuerpo para contrapesar o se usa para fintear, forzando al enemigo a exponerse.

El Ejército de Chile instruye a la totalidad de su contingente sobre el manejo y empleo del corvo mediante instructores de Combate Especial (sistema chileno de lucha cuerpo a cuerpo). La forma del corvo permite usarlo de diferentes formas:
  • Cachazo: se usa a corta distancia, pegando con el pomo en línea horizontal hacia afuera o vertical hacia arriba. 
  • Picotazo: el Pico del Cóndor se clava de forma perpendicular al cuerpo y al extender el brazo por completo, hacia dentro se hunde formando una herida curva hacia abajo, lo que permite perforar la cavidad torácica, los ojos o el cuello. 
  • Revés: se usa la cara exterior de la hoja, va hacia cualquier blanco y se aplica cuando el cuchillo vuelve de un tajo para aprovechar el movimiento, atacando siempre, aún al retroceder. Preferentemente se ataca al rostro para preparar el golpe de muerte. 
  • Tajo: se da con la cara interior de la hoja. Dentro de la distancia de ataque el corvo corta limpiamente, pasando de un lado a otro del cuerpo. Este golpe se aplica en la panza, ingle, cara, cuello, interior del codo y muñeca. 
  • Zarpazo: la Garra del Puma se clava de forma perpendicular y de arriba abajo al objetivo aprovechando el peso del arma y del brazo, desgarrando al continuar su trayectoria y atrapando al enemigo al tomar contacto con hueso. De esta forma se golpea a la cabeza, hombros y esternón. 
La pelea con corvo es brutal y artera; la actitud mental es lo primero y sólo debe buscarse el golpe que da fin inmediato a la contienda, ya que el corvo no tiene aptitud para la defensa, por su peso es lento para bloquear y su forma no permite cubrir un ataque y se reduce en cerca de una pulgada su alcance máximo.

El corvo, una vez que se lanza el primer golpe, no puede detenerse, debiendo emplearse con la máxima violencia y agresividad. Por esto, el primer golpe debe ir a un objetivo vital e incapacitante y no perderse en atacar las extremidades del enemigo. Quien esgrime un corvo debe esquivar de forma instintiva y sólo al tener a la vista un blanco seguro, atacar. El ataque se realiza a fondo buscando las partes más sensibles y dando golpe tras golpe, rematando al enemigo múltiples veces. La violencia desatada evita, además, la intervención externa, ya que un tercero que intentara intervenir podría resultar malherido.

Según Oreste Plath, los corvos se dividían o clasificaban en tres categorías:


  • El de lujo, hecho de forma cuidadosa, con un mango hecho de varios anillos de bronce, hueso, madera o piedras;
  • El popular, hecho de cualquier material, como herramientas, y
  • El historiado, que lleva incrustados en su hoja círculos de metal blanquecino o grabados con árboles de la muerte, ojos del ángel, cruces de Salomón, motivos de fuga contabilizado el número de muertos con el arma.